No vuelvo. Continúo.

Hace mucho que no escribía aquí.

No porque no tuviera palabras,
sino porque estaba viviendo cosas que necesitaban silencio.

Algunas etapas no se anuncian.
No se comparten a mitad de camino.
Se viven paso a paso, entre miedos, cansancio y pequeños actos de fe.

En este tiempo hubo cierres que dolieron profundamente,
sueños que empecé a construir con manos temblorosas, como 
mi proyecto, mi empresa, un sueño hecho realidad a base de valentía
y decisiones que marcaron nuevos rumbos.

También hubo incertidumbre, noches de dudas, vértigos que nadie vio.
Pero sobre todo…
hubo un trabajo silencioso y constante sobre mí misma.

Aprendí a nombrar mis heridas sin miedo,
a sostenerme cuando dolía,
a soltar lo que no me pertenece aunque duela,
elegirme sin culpa.

He descubierto que cuando una trabaja en sanar, los pensamientos cambian.
La vida cambia.
La forma de amar, de cuidarte, de mirar el mundo… también.

Hoy sé que mi paz no es negociable.
Que puedo alejar lo que no va conmigo sin miedo,
que puedo dar nombre a mi dolor para sanarlo y no cargarlo,
y que siempre —SIEMPRE— debo elegirme primero.

Este no es un regreso triunfal.
Es un regreso real.
Desde la quietud, la fuerza, la ternura y la libertad que nacen cuando te eliges.

Lo que germinó en silencio ahora florece en palabras.
Y escribo esto para no olvidarme de quién soy cuando el ruido vuelva.



Entradas populares